lunes, 27 de agosto de 2007

La casa sin sombrero
Alfaguara
Caracas, 2001
Ilustraciones de Montserrat Morillo
ISBN: 980-275-439-0




Es maravilloso
sentarse a leer poemas
en el salón sin sombrero

comer
en la cocina sin sombrero

dormir
en la habitación sin sombrero

hablar de las cosas de la vida
bajo un ancho resplandor sin sombrero


“Un niño es la voz en este libro de Jacqueline Goldberg. Un niño, quien, cómplice de la ensoñación del padre, nos cuenta acerca de sus sueños.
Su padre es un "hacedor de casas", un soñador.
El niño hila, encadenando en una madeja esos sueños del padre, los que tienen como centro la posibilidad de una casa.
Lo interesante, y he allí el origen de la materia poética, es que este libro (La casa sin sombrero / Alfaguara, Caracas, 2001), dentro del contexto de la obra de Jacqueline Goldberg publicada para niños, se convierte en el resultado de un proceso de síntesis, porque sus libros anteriores en esta línea: Una señora con sombrero (1992) y La novia voladora (1994), establecen ambos la definición de un espacio subjetivo en conexión con el alma del niño, espacio de la soledad interior y del descubrimiento primario, que enseña cómo la imaginación puede convertirse en un territorio de propiedad individual dotándonos del lugar de la intimidad donde somos solos con nosotros mismos.
Para los niños descubrir ese espacio, convertido en esa posibilidad, constituye la definición de sí mismos como personas, como individualidades con derecho a la autonomía.
La autora consigue pues, otorgar a través de las palabras este encuentro.
La casa sin sombrero es como la metáfora la dibuja: una casa, un lugar de los afectos y la vida, que ha nacido en y de las palabras, y que el niño, hijo, la percibe originada a partir de las propuestas del papá.
Pero esa casa que partió de los sueños tiene una existencia propia, la del poema que es: el libro. La de este imaginario comunicado y colectivizado.
(…) La definición de ese lugar en las obras de la escritora Jacqueline Goldberg concentra un motivo que se nos hace muy importante, ya desde el punto de vista de quien acerca el libro al lector ideal, porque, independientemente de que pensemos que el libro no tiene edad, sino que hay lectores para cada libro, su esencia desde el motivo mismo que genera el "lugar" en su obra, puede considerarse para ser destinada a jóvenes y niños, dado que cumple en términos literales con lo que podríamos señalar como la aproximación a los motivos emocionales e intelectuales de ese joven lector hoy, caracterizado desde la perspectiva de un nuevo lector infantil o juvenil, "el nuevo lector implícito".
El proceso de lectura del texto reproduce el acto de creación de un universo interior al mismo tiempo. El niño y su papá son lo que el lector al texto del escritor (de la escritora en este caso).
Así, quien nos narra manifiesta simultáneamente lo que percibe del sueño del padre y suma a ello lo que el mismo sueña. La belleza del texto reside en esa comunidad de voces fusionadas.
Celebramos este libro de una poesía que no hace concesiones y que valoriza con creces nuestra literatura publicada para niños”.

Laura Antillano
En conexión con el alma del niño.
Verbigracia.
El Universal.
3 de agosto de 2002.

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